23 febrero 2015

La integración regional en debate: ¿Puede ser Chile nuestro aliado estratégico?

El Centro de Estudios Nacionales ha decidido dedicar un lugar preponderante al debate en torno a las diferentes alternativas de integración regional que tiene Argentina, ante las perspectivas que se abrirán a partir del comienzo de un nuevo ciclo político.
En esta ocasión, compartimos el aporte del Dr. Nicolás Sarlenga, quien destaca la importancia creciente que viene ocupando Chile en la región y la oportunidad que significa para nuestro país.

¿Puede ser Chile nuestro aliado estratégico?

Las últimas declaraciones de Pepe Mujica acerca de las tortuosas relaciones entre los integrantes del Mercosur vuelven a poner el tema de la integración regional en agenda.   Y es que las relaciones comerciales con nuestros vecinos han sido, y siguen siendo, bastante complejas.  Las idas y vueltas entre los países, y los bruscos cambios de política según la coyuntura, dificultan una relación madura y coordinada.  En ese contexto, me gustaría introducir en la discución de la integración un tema que ha sido poco tratado hasta el momento:  la relación bilateral entre la Argentina y Chile.
Para dar un contexto, podemos decir que  Chile es un país que viene respetando un modelo con algunas políticas de estado que, hasta el momento, han dado buenos resultados: crecimiento sostenido del PBI; reducción del desempleo y la pobreza a niveles mínimos; un marco institucional digno de un país desarrollado; y una importantísima baja de los niveles de mortalidad infantil.
Por supuesto que no todo es color de rosas.  La otra cara de la moneda es el indicador que hoy en día representa el principal desafío chileno: el índice de Gini.  La desigualdad y la falta de movilidad social son el principal problema del modelo trasandino.  Quizás, sea en el sistema educativo poco inclusivo, que se manifieste con mayor crudeza esta deficiencia.
Así las cosas, para nuestro país, los aprendizajes pasan más por los aspectos institucionales que por el modelo económico.  La implementación del “modelo chileno” no pareciera ser viable en un país como el nuestro, con tantas diferencias culturales, históricas, geográficas y económicas.  Por su parte, la eficiencia del sector público, la claridad y objetividad de su sistema impositivo, el respeto por las instituciones, y la continuidad de las políticas de estado, son medidas que seguramente deberíamos imitar.
En este marco, queda preguntarnos: ¿Cuáles serían los beneficios de una relación bilateral político-comercial más estrecha?
1) Aprendizaje institucional
El modelo chileno se sostiene sobre la base del respeto a ciertas premisas que se erigen como verdaderas políticas de estado.  El establecimiento de algunas reglas claras en lo económico y en lo institucional representan el esfuerzo chileno por respetar una visión estratégica que se sostenga en el tiempo y se encuentre basada en criterios de eficiencia y objetividad. Esto marca un claro contraste con el resto de los países de Latinoamerica, más acostumbrados a la improvisación y los cambios bruscos.
El desafío de fomentar una relación más madura con nuestros vecinos chilenos representa, entonces, la necesidad de plantear objetivos claros y de larga duración, aunque sea, en lo referente a la relación bilateral. Encarar un proyecto teniendo en cuenta estas premisas representaría un importante desafío y un gran aprendizaje para un país que necesita entrar en ciclos de mayor estabilidad.  El ejercicio de ponernos a pensar en una Argentina que se proyecta hacia al futuro podría ser el principio de un cambio de mentalidad con respecto a la manera en la que venimos haciendo política hasta el momento.
2) Un intercambio comercial favorable más importante
Actualmente, el intercambio comercial entre ambos países es de 5,47 mil millones de dólares.  En términos de intercambio de bienes: mientras que Argentina provee a Chile de petróleo, granos, transporte, medicamentos y otros, el gobierno chileno nos vende metales, cobre, maquinas, plásticos y autopartes.
Para nuestro país, Chile representa sólo el 5,6% de sus exportaciones, y el 1,5% de sus importaciones.  Por otro lado, Argentina sólo representa el 5,9% de las importaciones chilenas, y el 1,3% de sus exportaciones.  Claramente, los números resultan ser sorprendentemente bajos, teniendo en cuenta la alta complementariedad entre los países y su cercanía geográfica.  Hasta hoy, Argentina y Chile parecen haberse dado la espalda, seguramente, debido a las diferencias históricas y culturales del pasado. Pero a su vez, esto representa una gran oportunidad para el futuro.  Hay mucho camino para andar en términos de mejorar esta relación, en volumen e importancia.
Por un lado, Chile es un país abierto al mundo, con una economía de libre mercado abierta a la competencia.  Para el empresariado argentino, esto representa una buena oportunidad de explotar un mercado emergente, competitivo y cercano.  Para el país trasandino, una oportunidad de integrar una mayor cantidad de productos provenientes de su vecino a su mercado interno.
Por otra parte, Chile podría aumentar la venta de productos derivados de la industria maderera, la pesca y la minería a un país que no logra terminar de explotar esos recursos naturales, en muchos casos, debido las restricciones ambientales o la falta de recursos financieras.  Por su parte, Argentina podría ubicar más alimentos en un país que sigue sacando de la pobreza a sus pobladores.  Esto no significaría, ni más ni menos, que ampliar la relación que existe, pero aumentando los bajos volúmenes de intercambio que se registran actualmente.
3) La posibilidad de desarrollar proyectos conjuntos
Argentina y Chile tienen la posibilidad, por sus características y su cercanía, de desarrollar proyectos conjuntos que pudieran ampliar sus matrices productivas y posicionar al cono sur en el futuro. Al igual que se hizo con Brasil en términos de industria automotriz, ambos países cuentan con algunas ventajas competitivas en ciertos sectores, que podrían encontrar en un acuerdo bilateral la semilla de un futuro crecimiento.
Si se tiene en cuenta: el fácil acceso a materias primas como plásticos, metales, biodiesel y otros productos químicos; el desarrollo de algunas industrias tecnológicas y de medicamentos en la Argentina; la mano de obra nacional capacitada; y un empresariado chileno que se muestra emprendedor y con recursos financieros expansivos, las condiciones para establecer acuerdos público-privados parecen ser interesantes.
El desarrollo de acuerdos que fomenten la industria tecnológica, espacial y de medicamentos, podrían representar nichos que, explorados en conjunto, resulten redituables para ambos países, en términos económicos y estratégicos.
4) Intereses geopolíticos comunes
La Antártida se encuentra protegida por un tratado internacional cuya vigencia podría caducar en un futuro cercano.  Ambos países poseen proyección sobre ese territorio, pero las potencias mundiales también han reclamado su lugar. En ese contexto, la adopción de una posición conjunta por parte de ambos países pareciera ser una estrategia lógica que fortalecería los intereses de las naciones del sur en el futuro. En este sentido, una alianza con nuestros vecinos parece ser más una necesidad que un beneficio.
5) Apertura a Oriente
Por último, una relación fluida con Chile representaría, para ambos países, una apertura grande hacia nuevos mercados.  Hasta el momento, Argentina se ha desarrollado mirando hacia el Atlántico y dando la espalda al mundo Oriental.  Algo similar ha pasado a lo largo de la historia con Chile y su proyección hacia el Pacífico. Esta tendencia pareciera estar cambiando a partir de una nueva relación con Argentino-China. El país pareciera estar dándose vuelta y mirando hacia el oeste.
Una nueva relación bilateral no sólo podría traer beneficios en términos regionales, sino que también podría representar la apertura de ambos países hacia una mitad del planeta que habían ignorado por completo.  Para Argentina, sería una manera más fácil y económica de llegar a los mercados asiáticos, que emergen como grandes potencias comerciales. Para Chile, la posibilidad de abrir nuevos canales de intercambio con Europa, y en un futuro más lejano, con África, un continente del que se espera un gran crecimiento en el futuro. La importancia estratégica de esta alianza podría ser significativa si se tiene en cuenta que, en conjunto, ambos países controlarían todo el tráfico comercial entre el Atlántico y el Pacífico sur.
Conclusiones
Entre ambos países, hasta el momento, sólo han imperado las diferencias culturales, históricas y políticas.  Diferencias que no han dejado que creciera una fructífera y estratégica para ambos países.
La propuesta es que dejemos de ver a un Chile como un competidor para empezar a percibirlo como un aliado natural, teniendo en cuenta que en las diferencias entre ambos países hay una oportunidad única para proteger los intereses de ambas naciones y desarrollar una relación complementaria y redituable para ambas partes.  Lo único que haría falta es voluntad política.  Todo lo demás, se puede logar: mejorar los caminos y comunicaciones, y trabajar en acuerdos macro que den impulso a la relación.
Quizás, Argentina encuentre a su aliado estratégico regional mucho más cerca de lo que lo ha estado buscando todos estos años.

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